dimarts, 13 de desembre del 2011

¿Qué es la familia?...

Laura era una chica tímida, sensible, y especial, pero las cosas no le iban bien. Digamos que la vida no le había sonreído aún. En casa, las discusiones continuas la dejaban hecha polvo, y cuando no discutían con ella, sus padres lo hacían entre ellos, y eso también le sentaba mal. Escribía sin falta en su diario, y eso le hacía sentir mejor, ya que al ser reservada y no contar las cosas, al menos al escribirlo era como si se liberase. Por raro que sonase, le gustaba ir al colegio, allí aprendía, y quería a los profesores, ya que eran como una segunda familia que apoyaba y te ayudaba. El no tener que oír gritos, y estar en un ambiente tranquilo y agradable, le resultaba confortable, y al mismo tiempo relajante. Era como un bicho raro, porque se sentía un poco fuera de lugar. No pertenecía al mundo de los adultos, pero tampoco al de su clase, en el cual la mayoría eran adolescentes a quienes se les daba todo hecho, y estaban malcriados. Pero tampoco le importaba lo que pensaran de ella. Simplemente quería crecer, pero tenía miedo. Su familia, si así se pudiera llamar, no apreciaba su esfuerzo, y nunca estaban contentos. A veces había deseado poder ver una sonrisa en la cara de su padre, un hombre estresado por el trabajo que volvía tarde en casa y no le importaban las buenas notas, solo las malas. Ella estaba acostumbrada, pero le resultaba duro tener que pasar por lo mismo cada día, y deseaba que llegara el día en que pudiera finalmente irse de casa. Incluso habían llegado a pegarle alguna vez, pero nunca se lo había mencionado a alguien, porque tampoco la creería, o pensarían que sería por llamar la atención. Pero Laura no era de esas personas que quisieran llamar la atención, al contrario, prefería pasar desapercibida y ser modesta en general. Y en cuando a su madre, la quería, pero ésta casi nunca le daba abrazos ni besos, como si estuviera siempre rehuyendo de las caricias o el cariño. Se consideraba con suerte por ir al colegio que iba, y por eso se esforzaba en sacar buenas notas en un intento de ver a sus padres felices, pero la sensación de ser inútil y de no valer nada persistía en su interior, de las veces que se lo habían repetido. También la amenazaban a menudo, como por ejemplo: a ponerla a trabajar, a echarla de casa, a quitarle el móvil… El móvil no le importaba lo más mínimo ya que tenía uno viejo que solamente lo usaba para lo esencial. También había sufrido mucho por los distintos cambios que había pasado, primero tuvo que vivir en Barcelona, luego se desplazó a otra ciudad, Lleida, y luego a una isla. No le gustaban los cambios, aunque la gente siempre dijera que los cambios siempre eran buenos. No le gustaban. Solo estaba feliz de estar en Mallorca, porque había conocido a una persona a la que amaba, y porque le habían regalado lo que más quería en el mundo, un perro. En cuando oyó el latido de su corazón, de ese pequeño perrito, se le derritió el corazón, porque se sentía muy afortunada. También creía que había una persona que le daba esperanza a seguir adelante, y ella no era de la familia.

Aunque la rutina fuese dura, y las amenazas fueran constantes, se sentía la persona con más suerte del mundo, porque sabía que al menos a una persona le importaba. Esa persona la entendía y la ayudaba, y era como una madre para ella, aunque no lo supiera. Y la quería muchísimo, solo que no se lo había dicho nunca. Es de esas personas que sabía que siempre la iban a ayudar, en lo bueno y en lo malo, y eso es lo bonito de la amistad, si así se pudiera llamar esa relación entre las dos. Su carácter era similar, tal vez con algunas diferencias, pero se llevaban bien. Laura confiaba ciegamente en su amiga, y la consideraba como familia, y sabía que esa confianza era mutua. Por eso Laura estaba harta del tópico de la familia feliz que se reúne por navidad y comían felices sin preocupaciones ni rencores algunos. Incluso había llegado a odiar a su propia familia, ya que muchas veces habían obligado a hacer ver que eran una familia perfecta con los vecinos, y a no gritar cuando hubiera gente. Como si fueran dos personas distintas, o tuvieran algún trastorno de personalidad. Alucinaba en cómo eran sus padres cuando alguien entraba en la casa, y se moría porque enseñaran su propio “yo”, pero la falsedad y las ganas de aparentar les podían más, y terminaban por ser seres distintos. Laura decidió que la familia no tenía que ser biológica, que la familia se puede encontrar en donde menos te lo esperas, y que tienes que cuidar de esa familia como sea. Quererla y apreciarla, porque cuando ya no se tiene se echa en falta.

Quería a sus padres, porque eran sus padres, y no le quedaba más remedio, pero no creía en la familia, hacía tiempo que había dejado de creer en ella. Pero creía en la amistad, y en el poder que ésta tiene, y sabía que haría lo que fuera por mantener la amistad con aquella persona tan especial a la cual apreciaba tanto, porque entendía que era un tesoro único y que lo guardaría con llave, porque le ayudaría a superar todo, y ella estaría dispuesta a hacer lo que fuese por ella también. Porque la quería y eso es lo que hacen las amigas.

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