dilluns, 26 de setembre del 2011

REFORMULACIÓN/VALIDATION

EL PODER DE LAS SONRISAS

Todo cambió cuando pude ver con mis ojos, la belleza deslumbrante de ésa mujer. El cabello ondulado, le caía como suaves cascadas sobre sus hombros, su piel, fina y delicada, era la más hermosa que había visto. Y sus labios, era una mujer perfecta. Lo único que mis ojos no habían podido ver, era una sonrisa que se escondía tras esos labios. Los ojos de la mujer, destacar que eran preciosos, parecían apagados por dentro, como si una gran tristeza la hubiera inundado, pero eso para mí no era un reto, ya que todo el mundo sonreía cuando les decía lo que verdaderamente valían. Vi su nombre: Victoria, ¡Qué nombre tan bonito!
Le dije lo maravillosa que era, lo mucho que cuidaba de su material, como cuidaba de su perro, pero todo era en vano. Parecía que no había nada que te pudiera alegrar el día. Yo sufría, y sufría mucho, pero seguí intentándolo, ya que un hombre no se rinde así de fácil. Durante un tiempo indefinido, que yo ni me percaté del paso del tiempo, hice todo lo que estaba en mis manos, pero seguías sin mostrarme esa sonrisa. Un día, me encontré a una bella mujer, un poco mayor, que iba en una silla de ruedas. Me pareció muy guapa, pero tampoco sonreía. Me acerqué a ella, y le dije lo preciosa y maravillosa que era, y si le podía sacar una foto sonriendo. La mujer se sorprendió, pero accedió, y ante mi asombro, sonrió, y pude darle al CLIC de la cámara, para grabar ese momento mágico.
Los días pasaron, pero  Victoria seguía sin sonreír, e hice lo que ella me pidió, no sonreír, y me pude enfrente de su cámara, con una cara amarga y triste, y antes de que me hiciera la foto le dije que tan solo le quería ver sonreír. Ella se quedó pensando y luego me hizo la foto. Luego pude escuchar su voz de nuevo, diciendo aquella palabra monótona:
-          ¡Siguiente!
Así que finalmente me di por convencido, y acepté que no todo el mundo podía sonreír, y me dolió que Victoria no hubiera sonreído… Una mujer tan bella, y sin una sonrisa que lucir. Nada tenía sentido ya, quería simplemente no pensar, y volver a mi trabajo. Ahora ya me daba igual que la gente estuviera feliz o no, simplemente no me importaba, y la gente empezó a perder interés en mí. Hasta que ya casi no venía gente a validar su ticket.
Hasta que un día vi un hombre que en su foto, estaba sonriendo, pero eso no era posible, ya que Victoria nunca dejaba que sus clientes sonrieran, y me fui corriendo hasta donde trabajaba Victoria, pero en vez de verla a ella, vi un hombre de mediana estatura, un poco rellenito, comiendo de manera grosera, y con una voz de trueno, decía lo mismo que Victoria, pero  sin su tono de voz, ni su manera de decirlo.
                -¡Siguienteeeeee!!
Me apresuré hacia el hombre malhumorado, y le pregunté donde estaba Victoria. Éste, mientras daba otro bocado a su merienda, me dijo de malas maneras que la habían despedido, ya que la gente en sus fotos sonreía y eso era inaceptable. Con solo decirme aquello, aquel señor malhumorado, hizo que mi cara brillara de alegría. Salí corriendo, y busque en los lugares que ella solía estar, busqué y busqué, y no la encontré. Hasta que estaba a punto de entrar en una tienda, cuando vi una cola enorme de gente, y pensé que no fuese ella la responsable de aquel hecho. Corrí hasta el principio de la cola, y ahí estaba ella.
Frente a esa cámara, haciendo feliz a la gente, creándoles una sonrisa en la cara, y ella también era feliz. Me sentí el hombre más afortunado. Todo el mundo se giró y posaron sus ojos en mí. El clic de la cámara también se detuvo. Victoria se me quedó mirando, y vino hacia mí.
Me explicó que un hombre había visto a una mujer en silla de ruedas, que hacía tres años que no sonreía, y que un hombre joven la había visto tan bella, que le había pedido hacerle una foto. Desde ese momento, la mujer volvió a sonreír, y su hija también. Tarde poco en comprender quién era la mujer de la silla de ruedas, y el poder de una sonrisa. Ella me miro, y ante mi me mostró lo que hoy y siempre consideraré la sonrisa más bonita de todo el mundo. Me quedé perplejo, y simplemente no pude articular palabra.

Solo sonreí.

REFORMULACIÓN/LA DAMA Y LA MUERTE

Yo tan solo quería paz, unirme por fin con mi marido. La muerte me tendió la mano, y yo la acepté con mucho gusto, dispuesta a irme donde tuviese que ser. Pero las manos de la vida me arrebataron de la muerte, y ante mi sorpresa, la muerte luchó por mí; luchó y luchó, al igual que ese maldito doctor, que no pensaba en los deseos de su paciente, y ni me había preguntado si verdaderamente deseaba morirme. Pues sí, deseaba morirme; ya había vivido bastante, y había sido feliz, así que no me quedaba más remedio que irme con la muerte. Pero él tuvo que hacer las cosas más difíciles, y una y otra vez, impedir mi destino irremediable… ¡Era una anciana! Tenía que morir un día u otro, ¿Qué más le daba a ese doctor? Parecía importarle demasiado mi vida, así que una vez la muerte se cansó, y se dio por vencida, el doctor todo orgulloso se me quedó mirando. En vez de darle las gracias, ¡Ja! ¿A ése le iba a dar yo las gracias? Le pegué un puñetazo, y le dejé hecho polvo. Salí de ésa habitación blanca y llena de aparatitos, y me dirigí hacía el agua, y la corriente. Una vez ahí, la decisión era mía, pero la verdad es que estaba ansiosa por irme de aquel mundo. Demasiados años eran ya…
Hice lo que tenía que hacer, lo que no sabía era si la muerte vendría a por mí o no. Así que encendí el agua, y acto seguido…
Antes de que todo se volviera oscuro, me pareció oír un grito de rabia, que parecía salir de las mismas entrañas del diablo, pero no estuve del todo segura. De lo que sí estoy completamente segura, es que la muerte no vino a por mí, se cansó, y aquí estoy, vagando como un alma solitaria en este mundo, hasta que un día la muerte reconsidere mi destino…

dissabte, 17 de setembre del 2011

texto 2 /Historia

Abrí los ojos, y me encontré en un terreno desconocido, lleno de una vegetación nueva, que nunca antes había visto con mis ojos. Eran unas ramificaciones, de una textura que parecía un poco viscosa, y parecía como si le sobresalieran unas ventosas. Esa vegetación era de unos colores resplandecientes, una mezcla entre un púrpura y un azul, excepto algunos que tenían unos colores más rosados, y de pocos  ellos les salían unos tentáculos de un color verde llamativo. Me levanté y empecé a buscar algún indicio de civilización, cuando me choqué con un pequeño globo flotando en el aire, y me llamó la atención. Levanté la mano lentamente, y la deslice en lo que parecía la superficie. Justo cuando mis yemas tocaron ese objeto, pareció convulsionarse, y empezó a revolotear en el aire, mientras iba perdiendo forma, y aterrizó a unos metros de mí. Me acerqué a aquello que parecía estar inmóvil en el suelo. Cada paso que daba, hacía que viera aún con más claridad lo que tenía ante mí. Esa cosa se giró, y ante mi asombro me sonrió, mostrando una pequeña hilera de dientes relucientes, y una mirada tierna. Era un ser muy peludo, con mucho pelo descabellado, y un tamaño que quizás no llegaba a los 20 cm. Tenía una forma redonda, y parecía la cosa más suave del mundo. Esos ojos angelicales que me miraban con esa carita, hacían aún más tierno al animal, así que me agaché y intenté tocarlo. Al primer intento, el animal se mostró distante y con miedo, pero una vez dejó que le tocara, parecía más feliz, y empezó a revolotear a mi alrededor, saltando y dando círculos. Me parecía asombroso que una cosita tan pequeña tuviese tanta vida y alegría. Tenía un color amarillento, pero las puntas de sus pelos, adquirían un tono más oscuro, al ser todo él, de un mismo color, era como estar observando una diminuta bola de pelo moverse, y con ojos suplicantes. De repente la vi saltar encima de mi pié, y luego se largó botando y dando brincos en la espesura del bosque nuevo. Al no querer estar solo, le seguí.
Fuimos pasando por distintos lugares de la vegetación; descubrí que había más tipos de árboles, como unos que eran muy larguiruchos, pero que parecían tener como burbujas de agua dentro, otros que bajaban del cielo en forma de espiral…  También me percaté del suelo, y de sus cambios mientras iba siguiendo a esa bolita de pelo peluda, que por alguna razón tenía prisa en ir a algún lugar. Lo que en la tierra se conoce como hierba, en ese lugar era distinto: parecía ser un suelo pegadizo, y con alguna peligrosidad, pero una vez lo hube pisado, me di cuenta que era como una esponja que se ablandaba a tu pie al andar, y lo hacía más cómodo. También había un suelo hecho de un objeto desconocido, alargado y duro, de un color gris metalizado, similar al de una piedra, pero adaptado a la naturaleza. Era tan liso, que a veces me costaba no resbalarme. Hasta que vi que a unos cien metros, salía una luz de entre los árboles, de un tono azulado, y vi que esa cosa se dirigía hacia allí.
Lo que vi me dejo perplejo. Cientos y cientos de bolas peludas de distintos colores, revoloteaban por esa zona, y todas tenían un rumbo distinto. Tenían una especie de casas, muy distintas a las nuestras, y para empezar eran de forma circular, con un agujero justo en la parte superior, y me llegaban hasta las rodillas. El material con las que estaban hechas, no era ningún material que hubiera en la tierra, ya que se adaptaba a los colores del entorno. Cuando algún árbol cambiaba de color, cosa que hacían de vez en cuando, sus casas también se adaptaban, para pasar desapercibidos. En cuanto a ellos, escribían y hablaban como nosotros, y había especializaciones de muchos tipos. La bola de pelo que me recibió al llegar a esa mini aldea se llamaba J, y la bolita pequeña y amarillenta se llamaba f2, que se había pasado incubando durante dos meses. J me contó cómo vivían, y me enseñó sus oficios. Había constructores, pintores, profesores, cantantes, roqueros, bailarines, actores, ingenieros, médicos,  etc. Todo el tipo de oficios que me pudiera imaginar los tenían.
Fui visitando sus oficios, y pude ver como trabajaban. Los constructores tenían que adentrarse en el bosque para coger los materiales que necesitaban para construir sus casas. Eran siempre las mismas bolas de pelo, las que parecían con más pelo de todas, ya que así cargaban entre todos mejor el peso de los materiales. Los pintores iban con una bata tan pequeña, que me cabía a mí en la mano, y pintaban cuadros que eran de un tamaño que casi no podía apreciar la calidad del cuadro. J me contó que los hacían con el jugo de unas frutas especiales que no usaban para comer, sino que eran solo para adornar o pintar. La escuela era la construcción más grande, donde J me explicó que daban clases hasta los 6 cráteres, ya que su forma de vida era distinta que la nuestra, y en vez de años contaban cráteres, que sería lo equivalente a 3 años. Su inteligencia se desarrollaba mucho más rápida que la nuestra, aunque su esperanza de vida era mucho más baja, a los 40 años, es decir, los 20 cráteres. Me contó que estaban teniendo una discusión entre profesorado, de porque les interesaba tan poco a los alumnos sus clases, y decidieron hacer una asamblea, para intentar mejorar su atención.  Luego nos dirigimos a la zona de estudio de los cantantes y los roqueros. Había un grupo de cuatro amigos cantando y tocando como si fuera la última vez, y con la ilusión de la primera. Me hizo ilusión ver a gente que tocaba con tanta ilusión y con aquellas pequeñitas manos, con instrumentos diseñados para sus cuerpos. Me hubiera gustado tocar, y bailar, así que le pregunté a J si tenía guitarras, pero no sabían lo que era, así que me trajeron lo que ellos llamaban papel, que era un poco más grueso que nuestro papel, y una textura más suave , así que les dibuje lo que era una guitarra, y les pedí si podían construirme una. J me dijo que lo intentarían pero que no podía prometer nada. Una vez nos fuimos de donde estaban los cantantes y roqueros me llevó donde estaban los bailarines, que eran las bolitas de pelo que tenían los pies más largos, que casi eran imperceptibles a simple vista. Ellos no bailaban como yo, pero provocaba una sensación de bienestar curiosa.  Al cabo de poco rato observando sus movimientos, ágiles y suaves, me vinieron un grupito de bolas de pelo, que me traían un objeto envuelto. Me agaché y lo abrí con cuidado. En ese paquete me habían entregado una guitarra exactamente como yo la había dibujado, y había una nota: “De parte de los Grumis”. ¡Ahora sabía cómo se llamaban! Así que los Grumis, me habían hecho una guitarra, ¿a mí? Les estuve muy agradecidos, así que les empecé a acariciar uno por uno, y se pusieron muy contentos, y como de costumbre empezaron a dar saltos de alegría. Y de repente tuve una idea…

Era ya más oscuro, y vi como los Grumis se iban acercando por momentos, en el claro en que J me había enseñando, y lo había considerado el lugar idóneo. Llevaba la guitarra colgada, y en breve podría escuchar esa melodía en mis orejas. Cuando estuvieron todos, decidí empezar el concierto de rock & roll. Las notas que salían de mi guitarra eran de un sonido distinto, pero que hacía más bello el rock & roll. Los Grumis se animaron y se pusieron a bailar y a cantar. Vi como más animales se iban acercando, y ya no eran todos Grumis, sino algunos volaban, otros parecían serpientes…
El concierto fue un éxito, pude tocar rock & roll en otro planeta, todos me adoraban, y me sentía como un profeta del rock, así que decidí quedarme en esa pequeña civilización y disfrutar del resto de mi vida en compañía de aquellos seres amigables.

texto 1.

Esto nos lleva a la pregunta de por qué los alumnos les interesa tan poco la clase, lo cual nos lleva a un suceso paradójico; como aquel sediento que rechaza el  agua que se le ofrece. Muchos estudiantes no tienen interés en la clave de su ascenso social, además de otros beneficios intangibles. La clave está en la mente humana, y destacar la psicolingüística y la pragmática, que produce una necesidad de comprensión en un entorno de emisor y destinatario. Para que se produzca una comunicación feliz, hacen falta ciertos conocimientos y contextos de referencia sino el mensaje no produce el efecto esperado, y esto sucede cuando las diferencias culturales entre profesores y alumnos son muy grandes.